En el episodio titulado “Perdidos”, Gamboa ha sorprendido a un alumno robando comida y, tras un forcejeo entre ambos, el chico ha resultado herido. Para curarle adecuadamente sería necesario utilizar el 70% de las reservas de cortisona de la enfermería del barco. Aunque Ulises, como alcalde, está dispuesto a darle la medicación, Gamboa no piensa consentirlo. Solucionará el problema tal y como acostumbra a hacerlo: acabando con aquellos que suponen un obstáculo para sus intereses.
Son las 9 de la mañana, suenan los despertadores, arranca la vida en el barco… Sin embargo, algo no cuadra: no entra luz por las ventanas, sólo hay oscuridad, no ha amanecido. Es posible que no estén donde creen estar pero no pueden saberlo porque la brújula da vueltas aleatoriamente, incapaz de marcar el norte. Los monitores, los relojes digitales, todo el aparataje ha comenzado a fallar.
Ainhoa va al cuarto de Ulises para agradecerle que salvara a su padre, pero éste no puede contenerse y le reprocha que se meta en la cama con él para luego ir a acostarse con otro. Quien va a apoyarla más de lo esperado es, paradójicamente, su padre. El capitán ha decidido que debe darle una oportunidad al novio de su hija y les ha invitado a ambos a cenar. También quiere pasar más tiempo con Valeria, a la que ha decidido acompañar a clase.