Felisa acompaña a Pepa con funestas intenciones cuando aparece Alberto como por arte de magia, que, sin saberlo, le salva la vida.

 

Raimundo pone a Don Anselmo a reflexionar sobre Pepa, después de que ella le sacara la cara, es hora de que cambie de opinión. El cura reflexiona acerca de la chica y entierra el hacha de guerra, por fin hacen las paces.

Ramiro y Alfonso hablan horrores del Chupasangre para que la batida que le dé caza se cancele. Los pueblerinos se van rajando uno tras otro hasta que sólo los hermanos se prestan para darle caza. Si lo matan, serán el orgullo de Puente Viejo.

El marqués sigue insistiendo para que Soledad le dé el sí quiero, no la presiona, se muestra excesivamente comprensivo y encantador… así la balanza va inclinándose positivamente hacia él. Entretanto él no pierde el tiempo  y se acuesta con Mercedes.

Hay un problema con los riegos para poner en marcha la conservera, necesitan la licencia de Raimundo. Francisca le devuelve a Sebastián el dinero que previamente le robó a Raimundo cuando hizo el trato con el usurero para que cuando éste lo reciba monte en cólera; según la previsión de Francisca. Sebastián dudará de las razones de su padre… y mientras tanto empieza a caer en la red tan bien tejida por la terrateniente.

 

Pepa y Tristán se hacen arrumacos sin ser conscientes de que Felisa les espía. La mujer decide poner en conocimiento de Francisca los escarceos amorosos de los amantes.

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