Pol Morales

Aunque la audiencia no se está resintiendo con el avance del programa, es evidente que ‘La Voz’ ha ido perdiendo calidad con cada nueva fase. La llegada de los esperadísimos directos ha venido a confirmar que a nivel de realización, la adaptación española se encuentra a años luz del formato original de ‘The voice’. Un sonido nefasto, micrófonos abiertos, cámaras desorientadas y, sobre todo, una sensación de inexperiencia impropia de un canal, Telecinco, con una solvencia contrastada en materia de galas en directo (ahí está ‘Gran hermano’, ‘Supervivientes’ o la mismísima ‘Operación triunfo’ para constatarlo).

El inesperado éxito del programa parece que ha pillado a sus responsables por sorpresa y sin capacidad de reacción. Sólo así se entiende que el alud de promociones publicitarias de los que goza el concurso se superpusiera anoche sin orden ni concierto, con la misma improvisación y torpeza de un espacio de televisión local. La laca Elnett, la misma que vende con glamour nuestra querida Pene, se esparcía en la primera gala como insecticida sobre los concursantes, mientras convivía con el osito de Bimbo, los nuevos menús de Ginos o la bisutería Morelatto, que a juzgar por las imágenes debe ser muy barata. ‘La Voz’, con su 32% de cuota de pantalla, es sin duda un gran escaparate publicitario, pero anoche parecía más bien el aparador de un bazar chino.

 

Más audiencia que exigencia

Más allá de la publicidad, que la hubo y en grandes cantidades, el ‘talent’ estrenaba su fase de directos con la incógnita de conocer si la audiencia se resentiría de la estrategia de Telecinco, que mantiene su empeño en inundar la parrilla con el ‘reality’ de turno. Aunque los programas de lunes y jueves pueden considerarse a día de hoy como un fracaso, rondando el 10% de ‘share’, está claro que el público se mantiene eufórico con las entregas de los miércoles. Una lección que en la cadena de Fuencarral todavía se resisten a aprender.

 

Que ‘La Voz’ sea un éxito sin paliativos, sin embargo, no debería impedir que el programa correspondiera a la audiencia con un mayor nivel de exigencia. La tónica inicial de seguir los pasos de la versión estadounidense se ha roto por completo con esta primera entrega en directo. Aunque se mantienen elementos indispensables como la banda en directo, no ocurre lo mismo con los medios técnicos. Si algo tienen aprendido al otro lado del Atlántico es a disimular su existencia. Es un reto para el espectador encontrar un solo plano en el que se detecte la presencia de una cámara. Para los televidentes españoles, en cambio, el reto consiste en justo lo contrario, intentar ignorarlas. Obviar las cámaras, los comentarios de fondo de Bisbal y Rosarito, la sala interactiva de Tania Llasera. Demasiados elementos superfluos para dejar pasar y que restan mérito a un formato que debiera ser redondo.

 

Mecánica injusta

También en la mecánica de los directos han querido ir por libre los chicos de Boomerang, productora del concurso musical. La selección de tres concursantes por ‘coach’ en cada gala condiciona sobremanera la criba de vencedores finales. En Estados Unidos lo tienen muy bien resuelto. En cada gala, sólo participan todos los integrantes de dos únicos equipos, de manera que todos tienen las mismas oportunidades y la misma competencia. ¿Por qué negarse a utilizar una mecánica más limpia y transparente? Que nadie se queje luego de las acusaciones de manipulación.

 

Por último, una de las grandes bazas de los directos, las actuaciones de los ‘coaches’ en el escenario (aunque en algún caso se tratara más bien de un sacrilegio), se explotaron anoche de forma mecánica y de un tirón. Sin sorprender ni deslumbrar. Desperdiciada esa oportunidad de asombrar, ¿con qué nos deleitarán en las cuatro próximas galas? ¿Llegarán algún día esas estrellas internacionales? Porque de momento, la única estrella que brilló anoche fue la rockera Maika, hasta ahora una de las pocas alegrías que nos ha dado ‘La Voz’ con sus directos.

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