Lancemos desde aquí una advertencia a nuestras televisiones. Dejen de promocionar sus nuevas apuestas de ficción como la panacea de la ficción española, como el antes y el después que nos equiparará de una vez por todas con el panorama televisivo internacional. Traslademos también el aviso a nuestros compañeros periodistas. Avísennos cuando realmente un producto de nuestro país rompa esquemas, aporte auténticas novedades y no esté en todo momento con el ojo puesto en los grandes referentes, los que marcan tendencia. Porque de todo el arsenal de grandes novedades que nos esperaban esta temporada, sólo una, El ministerio del tiempo, ha asumido un gran riesgo y pulverizado moldes.
Flaco favor le hacemos a las productoras españolas si generamos excesiva y precipitada expectación con propuestas que, sólo faltaría, se adecuan a los nuevos tiempos pero que en realidad no tienen ni tendrán un peso determinante en el mercado internacional. Desde el momento en que, tanto desde los medios como desde los propios gabinetes de comunicación de las cadenas, se equipara una nueva apuesta con la ficción extranjera es de justicia comparar con equidistancia y sin condescendencia. Y, francamente, puede que ‘Refugiados’ cuente con el respaldo de la BBC, pero su trascendencia en el género de la ciencia ficción es poco más que nulo.
El gran mérito de la serie que estrenaron anoche de forma simultánea los cuatro canales de Atresmedia es haber logrado el apoyo de la cadena de referencia británica, con la que al parecer los guionistas españoles tuvieron algunas desavenencias. Y no es para menos. Son fácilmente identificables las carencias de una propuesta con más ambición teórica que práctica y que desde luego no la incorporarán en el cada vez más amplio catálogo de series influyentes de la BBC.
Si el objetivo era parir una serie que no pareciera española, no hay duda que lo han conseguido. Autores extranjeros, fotografía a la orden del día, una ambientación que bien podría estar ubicada en Estados Unidos, rodaje en inglés con un doblaje nefasto. Hasta los créditos parecen sacados de la HBO. Pero si algo ha demostrado la ficción que nos ha regalado este año la imaginación de los hermanos Olivares es que puede alcanzarse la gloria y el aplauso de crítica y público sin perder la propia identidad. Español no tiene por qué equipararse siempre con lo rancio o lo garbancero.
En todo caso, no es criticable que un producto ‘made in Spain’ tenga aspiraciones globales (el cine de Amenábar, por ejemplo, es cada vez menos español y más influyente). Lo que sí es condenable es desaprovechar el tirón mediático y la carta de presentación con un primer capítulo que ya pierde el ritmo una vez planteada la interesante premisa inicial. Después de situarnos en un contexto en el que tres millones de personas regresan del futuro con una lucecita roja en el pecho para intentar salvarlo, la trama quiere volverse intimista y centrarnos en un microcosmos de recelos y miedo psicológico. Podría ser para crear una atmósfera claustrofóbica, asfixiante, terrorífica. Pero sólo sirve para infundir el más profundo de los sueños.
Hay ficciones lentas y ficciones aburridas. ‘Refugiados’ es ambas cosas. Porque hay ritmos sosegados pero que conllevan mucho mar de fondo, que profundizan en los personajes, que te adentran en una atmósfera inquietante de la que resulta imposible escapar. Sin embargo, hay lentitudes injustificables, plagadas de altos en el camino que no aportan nada, que ralentizan la marcha sin criterio alguno. Es la dinámica de esta nueva serie, que se permite el lujo de alcanzar los bajones de intensidad que las grandes producciones suelen manifestar cuando el espectador ya está lo suficientemente enganchado como para abandonar. La emisión de dos capítulos seguidos tampoco ayudaba. Certificó al instante que el interés resucitará a golpe de ‘cliffhangers’.
Mal vamos si para sobrevivir a esta miniserie de ocho capítulos debemos esperar a los clímax finales del episodio, después de minutos y minutos de relleno existencial basados en la reiteración. Una intriga de ciencia ficción como la que plantea ‘Refugiados’ merece un tratamiento mucho más apasionado que el que han demostrado las dos primeras entregas de la serie. 100 minutos desaprovechados, sumidos en un letargo que sólo aviva un par de golpes de efecto. Oportunidad de oro perdida que costará mucho recuperar. Frenen el ritmo de entusiasmo, queridos compañeros y gabinetes de prensa, porque tamaña expectación sólo pueden cubrirla los éxitos más inesperados.